viernes, 5 de septiembre de 2014

Mis Pequeños





Hace mucho que quería escribir sobre mis pequeños, mis hijos de cuatro patas, mis peludos, mis amores.

Yo nunca tuve mascotas, cuando pequeña había un perro al que llamamos Gamberro, y que siempre estaba con nosotros, le queríamos, pero según me contaron cuando nos trasladamos de barrio ( yo tenía 5 años) Gamberro se tenía que quedar allí porque no era nuestro simplemente era un perro que seguía a mi padre a casa, o algo así, la verdad es que no lo recuerdo bien, pero a él sí, y nos dolió dejarlo pero así sucedieron las cosas, eramos muchos de familia e íbamos a vivir en un piso no muy grande. Entonces nada podía hacer.

En el nuevo barrio mis hermanos y unos amigos cuidaban a varios perros de la calle, le daban comida, agua, incluso recuerdo que a una perrita la llevaron a casa porque iba a parir y la escondieron en la habitación porque mi madre no quería animales en la casa ( salvo los pájaros que tenía mi padre ) pero aún así, allí la tuvieron con los cachorros y todo, aún no sé como salimos bien librados de aquello.

Tenemos tres gatos, o más bien ellos nos tienen a nosotros, nos escogieron, y cambiaron nuestras vidas, al menos la mía, desde que llegó a mi vida mi pequeña, ya nada fue igual, me convertí en madre humana, en mejor persona, ya nunca más seré la que fui antes de conocerla, cuando la recogimos de la calle, tan pequeña y frágil, cuando la apedreaban unos niños, digo unos salvajes...

Me sentí morir el día que regresamos de viaje y la encontramos enferma, casi se nos va, aunque la dejamos a cargo de una persona, esta no la cuidó como debía y dijimos nunca más, o viajan con nosotros o nos aseguramos de que estarán bien cuidados.

Todos me dicen que es arisca, rebelde,que no se pueden acercar a ella, pero simplemente es así porque aún perdura el trauma que le causaron esos niños, y si los demás no la quieren, no importa aquí estoy yo (y su papá humano) para amarla y protegerla.

Amo su enigmática mirada de ojazos verdes. 



También el segundo llegó a nosotros de una forma extraña, nos eligió, desde aquella vitrina donde junto a sus 4 hermanos nos veía pasar todas las semanas y con sus ojitos nos gritaba, llevadme con vosotros!  sí , sé que no se deben comprar (entonces no estaba tan enterada de todo esto) pero llevaba un mes allí si no lo hubiéramos llevado con nosotros no sé dónde hubiese acabado, lástima que no podíamos llevarnos a todos. Desde el primer instante, resultó un amor, y todos los que lo conocen (o casi todos) se enamoran de él, y es que es tan, tan, tan amoroso.



Adoro sus ojos, de mirar siempre asombrado.


El pequeñajo apenas lleva un año con nosotros y es un diablo, un terremoto, una hermosa bola algodón ( recién bañado) que nos conquistó desde el primer día que llegó a casa, incluso a su hermano, la hermana es otro cantar.
Cada día nos da una sorpresa, verlo jugar es una gozada.

Me encanta su inocente mirada bicolor.


Los amo, sin ellos la vida no sería la misma.
Y desde allí arriba donde el arcoiris termina, los cuida su hermano mayor, al que no conocí, pero que también fue adorado por su papá humano. 


Ahora después de tantos años y gracias a mis hijos de cuatro patas, se que se puede vivir con ellos por muy pequeño que sea el lugar donde vives, no hay excusas para maltratarlos, abandonarlos o incluso... no quiero ni pensarlo, pero el ser humano ( por llamarlo de alguna manera) es así, si le dice no hagas esto...va y lo hace.

Si pedimos millones de veces con mensajes, imágenes, a gritos, con lágrimas, con rabia, con impotencia, que cesen los maltratos, los abandonos... desgraciadamente parece que nos incitamos ha hacerlo más, como cuando le décimos a un niño que no juegue con la pelota en casa.

Por suerte para los animales, cualquiera que sea la raza, aún existen humanos que los adoran, que los defienden, que viven por y para ellos.

Y por suerte para los humanos siempre hay animales que darían y dan la vida por nosotros.





María R. De Movaldi © All Rights Reserved