Queridos Karen y Karen macho:
Como sabéis vengo de una familia numerosa, muy numerosa en
una casa pequeña, tanto que siempre teníamos la ventana abierta para que pudiéramos
salir y así no estar todos apretados en ella, por lo que la mayor parte de mi
vida la pasé en la calle, comiendo aquí y allí donde veía a esas chicas tan
buenas que ponen comida a los michis que no tienen casa, y claro tenía que
compartir, y eso es duro. Hacía mis cositas en la calle, dormía bajo los
coches, estaba tiznado y lleno de pulgas todo el tiempo aunque era feliz a mi
manera.
Soy bueno con las personas y much@s se paraban a acariciarme
y decirme cosas bonitas, pero no todo el
mundo es así, alguna que otra vez me han echado de algún sitio de malas
maneras. Otras veces contemplaba por las
ventanas a esos michis que tenían la suerte de tener una familia normal, con una Karen y un Karen macho, sentados en
el regazo de uno u otro recibiendo caricias, una casa calentita en el frio
invierno y un lugar fresco en los calurosos días de verano. He dicho que a mi modo era feliz, pero no
podía evitar derramar una lagrimita al observas esas escenas, al fin y al cabo
todos tenemos nuestro corazoncito, los animales, los michis como yo también.
Por eso, el año pasado por estas fechas yo pedí algo, un
solo regalo. En la noche levanté mi mirada al cielo, ahí por donde dicen que
pasa el trineo de Santa y por donde apareció la estrella que guio a los Magos
de Oriente, y dije “Por favor, quiero para el año que viene tener
una familia, una vida como esas de detrás de las ventanas, quiero mis papás
humanos, sentir el calor de un hogar, quizás con algún hermano peludo pero no
tantos, para que las comida, las caricias y los mimos alcancen para todos”
Pero pasó Navidad y parecía que Santa y los Reyes Magos habían
pasado de largo, mi vida seguía igual, pasó enero con sus lluvias, su frío, luego
llego febrero…. Y por fin ¡MI REGALO! Llegó un
poco tardío; dicen que más vale tarde…aparecisteis
vosotros, mi Karen y mi Karen macho que
me invitasteis a comer una mañana, y pasar un ratito con vosotros en vuestra
tienda, y luego otra mañana, otra y otra más. Las mañanas se convirtieron en
días, cuando tocaba irse se nos rompía el corazón a los tres , a mi porque me
quedaba pasar toda la noche al raso si acaso no podía volver a mi casa, a
vosotros porque no sabíais si tendría cobijo.
Pusisteis una casita de cartón con una cobijita en la puerta
de la tienda por si después de mi ronda me daba por regresar, alguna vez lo
hice y créeme que intenté abrir la puerta pensando que estabais dentro, pero no
era así entonces la tristeza me invadía de nuevo. Aunque desparecía al día
siguiente cuando os veía llegar.
Pasaron los meses y mi vida fue cambiando poco a poco, hicisteis
lo posible por hacerme sentir bien, querido , uno más de vosotros pero había
algo frenaba para que pudiera ser
totalmente vuestro , esa familia mía… que aunque ni se había dado cuenta que yo
andaba rondando otros lugares, estaba ahí.
Llegó agosto con sus vacaciones y os preguntabais que hacer
conmigo cuando cerrarais unos días, imaginar que al volver yo no estuviese os
aterraba, podía pasarme algo en esos días, quizás me olvidase de vosotros.. Ese
era vuestro miedo. Pero el destino que a veces no es tan cruel hizo que un día
vierais con vuestros propios ojos como corría contento a vuestro encuentro y casi me
atropella un coche, el corazón se nos paralizó a los tres y justo esa tarde ya
no volví a quedarme fuera expuesto a todos los peligros, me dejasteis en la tienda,
con mi comida, mi arenita y toda la tienda para disfrutar, el siguiente día fue
duró porque tocó Vet, test, pipeta etc. Y esa noche por fin dormí en el que iba
a ser mi nuevo hogar, conocí a mis hermanos, como todo comienzo fue un poco complicado el viejito (como le llamo) es un amor, súper
tranquilo. El nervioso (así lo veo) tiene mi misma edad y será por
eso que chocamos más. El rubio, es el peque de la casa y
es con quien me llevo mejor pero poco a
poco nos hemos ido acostumbrando y se puede decir que ya nos queremos.
Ahora no solo tengo a mis papas humanos, mis hermanos,
también tengo una tía que me adora aunque es un poco sobona, y cada vez que me
ve no deja de toquetearme y hacerme rabiar, pero sé que me quiere también, como
mi primo. Hasta llegaron los tíos de América que me los eché al bolsillo tan
sólo con dirigirles una mirada con mis ojazos color de cielo.
Sigo yendo a la
tienda todos los días porque pensáis que es mejor, como os reís de mí cuando contáis
a la gente que soy el único hijo que va a trabajar con vosotros para poder
seguir dando de comer a mis hermanos, pero eso me gusta porque me siento
especial.
Y hoy cuando dicto esto a mi Karen, después de pasar mi
primera Nochebuena en un hogar que ya siento mío, aquí al solito de este
maravilloso día de Navidad doy gracias y he vuelto a pedir un regalo, pero esta
vez no para mí, sino para todos esos michis que aún siguen ahí fuera, ojalá
ellos también puedan disfrutar de un hogar la próxima Navidad, pero si es antes
mucho mejor.
Esta historia está basada en hechos reales aunque se han
obviado los nombres y el lugar para preservar la privacidad de los
protagonistas, y se han dramatizado un poco los hechos por el bien de la
historia.
Gracias a todos los que leyeron hasta el final y los que no...
PD (SANTA
Y LOS MAGOS DE ORIENTE EXISTEN)
Firmado.
El gato que ya no está triste.
all rights reserved