domingo, 18 de marzo de 2012

Corazón de cristal


Desde pequeña había tenido el corazón demasiado frágil, demasiado sensible. Todo le afectaba sobremanera, las injusticias, el dolor ajeno. Siempre fue sentida con todo, cuando alguien que le importaba sufría, ella también sufría. Muchas lágrimas derramó por unos y por otros, también por ella misma

   Al cabo de los años cuando pensó que no le quedaban fuerzas para seguir así, decidió que blindaría su corazón, lo haría de acero para que nada le  afectase, se lo propuso y lo consiguió. Podía escuchar a alguien contar una pena sin sentir nada, era capaz de ver las noticias sin que su corazón se desbocara al ver tanto mal. Poco a poco se fue insensibilizando,  todo le era indiferente, pero no era feliz como pensó que sería.

   Un día leyendo algo que en otro tiempo la habría hecho llorar y en ese momento parecía indiferente, sintió que no era ella, que algo fallaba. ¿Dónde estaba la felicidad que creyó tendría al no sufrir por otros? Por ella misma.

   No sabía qué hacer para volver a ser la que fue, porque cuando uno blinda su corazón es difícil dar marcha atrás, pero bastó un solo gesto, unas palabras de alguien a quien apreciaba mucho, para que su corazón volviera a ser de cristal y se rompiera en mil pedazos.

   Aún hoy va por la vida recogiendo pedazos, pero siente que es  feliz, porque la indiferencia es el peor de los sentimientos.



María R. De Movaldi © All Rights Reserved

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